Cuento: 27 de febrero
Por Alicia Miranda Torres Ramírez Ese irritante sonido que simula el canto de un gallo me despierta, curiosamente al primer intento. Soy una persona con el sueño muy pesado y requiero de tres o cuatro ciclos de repeticiones de mi alarma para poder abrir los ojos. Ayer fue un día terrible, puedo entender que mis alumnos de segundo tuvieran problemas para realizar una tarea, quizás los de cuarto, pero que los de octavo me salieran con su: “Profe: ¿Nos da una semana más? Todavía no encontramos el libro”, me sacó de mis casillas. ¿De quién es culpa? ¿De sus padres? ¿Amigos? ¿Compañeros? ¿Antiguos profesores? ¿De ellos mismos o la mía? Creo que esta falla me corresponde. Es mi culpa, por esperar que una bola de incompetentes cumplan con una sencilla tarea. Pero, es que, ¡soy su profesor no su mamá! Hay cosas que ya deberían saber, tantos libros que son básicos y sin embargo, en blanco los pobres. Miren que no saber nada de Salvador Novo o de Ibargüengoitia como quiera se los paso. ...