Tormenta en el reino
En el grupo 1901 de la materia Fronteras Genéricas: Intertextos Narativos, del noveno semestre de la Licenciatura en Comunicación, FES Acatlán, los alumnos de la Maestra Jojana Oliva, escribieron textos desde la perspectiva infantil. A continuación, presentamos un interesante cuento sobre un problema social, autoría de la estudiante Jaqueline Dosta Mendoza.
TORMENTA EN EL REINO
Me movía rápido entre el viento, podía sentirlo en mi rostro y cuerpo, cuando salía de casa y corría eso es lo que más disfrutaba, sentir cómo de repente volaba, cómo pasaba de caminar a correr, de saltar para luego volar, entrar al bosque y seguir los sonidos de mil criaturas que me esperaban en mi reino.
Todo era mágico en mi reino, y todo se activaba al momento en que yo salía de la cerca que rodeaba mi casa, y yo sabía que todos podían verlo, podían ver cómo las flores se abrían, el sol se asomaba entre las nubes y los pájaros cantaban felices al recibirme. Era una situación muy mágica, porque cuando una tormenta llegaba a casa, mi mamá me decía que corriera, y el viento de ese mismo tornado me empujaba hacia el bosque, no paraba de empujarme hasta que llegara a mi fortaleza en el árbol más alto, dónde estaba segura.
No es como si no me gustara estar en casa con mi mamá, yo amaba estar con ella, porque mi mamá era buena, amable y amorosa. De hecho, muchas veces le pedía que fuera a mi reino conmigo, que conociera a todos allí y que allá las tormentas no llegaban, pero ella nunca quería ir conmigo, decía que debía quedarse en casa por si la tormenta arrasaba con todo, porque si ella no estaba podrían surgir tornados, rayos y granizo y entonces nuestro hogar quedaría destruido.
Mi mamá era muy valiente, porque en cada tormenta se quedaba y la verdad no sé qué es lo que pasaba cuando me iba, sólo sé que la magia me protegía a mí, porque al volver, cuando el cielo ya era negro y las estrellas lo iluminaban, encontraba a mi mamá sentada a la puerta, esperándome, con algunas marcas en sus brazos o su rostro. Ella decía que a veces la tormenta era tan fuerte que la lastimaba, pero que estaba bien y se alegraba de verme cada día regresar de mi reino.
Creo que lo mejor del lugar en el que vivíamos era la magia, yo podía verla cada que corría hacia mi fortaleza, y sé que mi mamá también la veía, porque me sonreía desde la ventana. Yo sé que ella igual lidiaba con alguna magia, pero era una magia un tanto oscura; mi mamá me decía que en algunas ocasiones de la tormenta surgía un monstruo, una criatura enorme, hecha de nubes negras y rayos, la verdad yo no me imagino cómo sería enfrentarla, pero por eso nombré a mi mamá Reina guerrera, y a ella le encantaba ese puesto, siempre me decía que estaba más que feliz de proteger mi mundo y que no me preocupara nunca porque ella podía hacerlo.
Una noche estábamos muy tranquilas sentadas en el pórtico, comiendo galletas y viendo las luces en el cielo, cuando escuchamos un golpe muy fuerte, alguien quería entrar a la casa por la puerta trasera. Mi mamá me dijo que el sonido había sido un rayo y que debía correr al bosque porque una tormenta se acercaba, pero yo no quería, porque jamás había entrado a mi reino de noche.
De repente algo llegó hasta nosotras, creo que era la criatura de nubes negras que mi mamá había enfrentado, pero esta vez me quería a mí. Se acercó con gran desesperación porque quería tocarme, yo me escondí detrás de mi mamá y ella le dijo al monstruo que se fuera, pero él la aventó y fue directo a mí, me tomó muy fuerte de los brazos y me cargó para llevarme, pero mi mamá se lanzó sobre él y yo caí al suelo. Mamá me gritó que corriera, que fuera al reino y que las luces del cielo me guiarían y me protegerían hasta llegar a la fortaleza, que ella detendría al monstruo.
Y corrí, corrí hacía el reino, pero esta vez escuché bien los rayos y truenos de la tormenta en la casa, y los gritos de mi mamá que me decía que me fuera. Esta vez sentí cómo el viento me alejaba más de mi mamá, y cuando ya había entrado al bosque no escuché a mis pájaros cantando por mi llegada, no vi luz que atravesara los árboles, ni magia en el reino, sólo me senté en mi fortaleza, esperando a que la tormenta pasara.
Luego de un tiempo regresé a casa, pero mi mamá no me esperaba en la puerta, no había más luz y hacía mucho frío. Entré y vi a mi mamá en el suelo, esta vez la tormenta la había lastimado mucho, tenía los brazos y su rostro morado, la moví mucho y le dije que ya había regresado pero no abrió los ojos, así que supuse que estaba muy cansada de la última batalla. Fui por un cojín y lo puse debajo de su cabeza y luego la cubrí con una cobija, yo me acosté a su lado y dormimos juntas una última vez.
Con el amanecer llegó la luz del sol, pero también aparecieron dos luces más, una roja y una azul, acompañadas de un sonido muy peculiar, como un sonido muy agudo. Me levanté para ver qué era y vi que afuera de nuestra casa estaban muchos hombres en un uniforme de batalla, creo que mi mamá los llamó para que la ayudaran con el monstruo, pero ya era tarde, aquella criatura de sombras se había esfumado, aunque quizá no todo estaba perdido, quizá esos guerreros me ayudarían a despertar a mi mamá.
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